Semi desnudo, parado frente a un lienzo blanco, un hombre observa el espacio en donde horas, o tal vez días más tarde, habrá plasmado su arte. La barba pelicana le roza el pecho. Al fondo, suena una pieza de jazz del maestro Bert Kaempfert, cuyas notas le inducen un ademán de baile una que otra vez. Toma un recipiente de pintura amarilla y lo lanza de manera desafiante contra la tela, cuan dama parisina que arroja el contenido de su copa sobre la cara de su marido infiel al descubrirlo. Luego moja sus dedos en un contenedor de tinta negra y los sacude, haciendo salpicar la tela. Sus pies descalzos, manchados del excedente de pintura que cae sobre el suelo, dibujan el desplazamiento del pintor en su taller.
Observar a Giotto Dante creando una de sus obras es en sí mismo arte, como arte es el producto de su inspiración, una fuerza que, dicho en sus propias palabras, fluye desenfrenadamente desde el interior. Dante deja escapar el alma a través de las manos para plasmar en cada uno de sus vanguardistas abstractos lo más profundo de sí y reflejar en el color distintas emociones. “Me cuesta mucho estar triste”, dice con la mirada perdida.
“La mayoría de la gente busca en la pintura una posición cómoda. Yo no, la pongo cómo sea, la volteo para que la obra busque como salir sola porque si no, la veo simplista”, acota el pintor, quien además es escultor y vitralista. “Cuando uno llega a un nivel de madurez, tiene que estudiar, profundizar, analizar y mandarle un mensaje al que va a ver tu creación para que se identifique con ella”, explica haciendo gala de la expresividad que lo caracteriza.
“Dios lo toca a uno sutilmente para que cuando cree la obra, le mande esas energías con sutileza al espectador y le alegre la vida, porque esa es la esencia de la pintura”, manifiesta Giotto sin dejar lugar a duda.
Entonces, ¿en cada una de tus obras se reflejan diferentes emociones?
-Así es. Yo respeto mucho la sensibilidad de la gente. Hay personas que se encasillan en un color, pero el que se encajona ahorita está condenado al fracaso. El arte es como el amor, no tiene límites ni fronteras; se da, sin esperar recibir.
¿No hay un estilo definido que marque tus creaciones?
- Te contaré una historia: Yo pinté peleas de gallo, naturalezas muertas, bodegones, marinas, flores, paisajes, desnudos, cuanta manifestación de arte se te pueda ocurrir… Pero en una oportunidad, un hijo mío me vació un pote de pintura amarilla en una obra. En ese instante me tocaron la puerta, era la persona que me había encargado el cuadro. Traté de explicarle lo que había sucedido e intenté excusarme, pero me interrumpió: “¡Ya! ¡Esa obra es mía!”. Insistí en que podría arreglar algo y nuevamente intervino: “¡Que no!, ¡eso ya es mío!” ¿Cómo se llama la obra?: Accidentes controlados. Entonces hice una serie de accidentes controlados que yo provocaba.
¿Hay algún pintor que haya ha influido en tus tendencias?
-Hay un artista muy famoso que yo admiro mucho y respeto. A veces me sirve de inspiración. Se llamaba Jackson Pollock. Pintaba chorreado, volteado, tiraba la pintura pa` arriba. Él era muy vanguardista. Yo también lo soy. No me limito, mi estilo es amplio, pero es abstracto de vanguardia.
¿Algún secreto escondido en tu técnica…?
-Un pintor que se respete tiene que usar la mejor tela, lino y algodón tratado. Cuando la tenga, le tiene que dar varias manos de pintura blanca con lo que él quiera agregarle para prepara. Yo le pongo un sello de fábrica que es la textura, los altos relieves dentro de la preparación de la tela. Lo dejo secar 4 o seis días y después desarrollo mi trabajo, me queda la marca de fábrica que son los grabados.
¿Hoy en día ves la pintura como un trabajo?
-No, yo no pinto por la necesidad de vivir de la pintura. Puedo tener mi taller lleno de telas, pinturas, pero si no tengo la musa en la cabeza, no estoy inspirado, no me provoca nada. Pero cuando uno se inspira, suena como una campanita. A veces me levanto de madrugada y ahí empiezo a pintar. Puedo estar quince días seguidos haciéndolo, sin que nadie me moleste.
¿Cómo descubriste que eras un artista?
-Mi abuelo era mi mejor maestro. En mi familia pintan mi mamá, hermanas, primos, tíos… Somos todos artistas. Yo estudié porque me mandaron para la escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas, de Caracas. Pero el pintor nace. Agarra un poco de pintura y lánzala para que veas el efecto que produce no en la tela, sino en ti, por dentro. Luego la desarrollas, entonces si te gusta y se te abren las neuronas del arte, es porque tú naciste pintora.
¿Qué materiales utilizas?
-Trabajo mucho con un acrílico de muy buena calidad que traen de Alemania. A veces se me acaba esa pintura y siento la necesidad más grande del mundo de seguir, así que voy a una tienda de pinturas y compro acrílicos y otros elementos; de repente me meto con un óleo, pero me parece que es venenoso, tarda mucho en secar. La otra vez no tenía plata ni pintura, pero necesitaba hacer algo, y empecé a pegar los tubos en el lienzo… Recordé a Reverón (Armando), que cuando se le acababa el material, mezclaba sus heces con la pintura para tapar los huecos; porque es una desesperación que entra, que si no logras drenar… ¡te da un ACV!
¿Qué te inspira?
-Siempre estoy feliz, me cuesta mucho trabajo ponerme triste y me motiva la buena música y los colores. Tienes que ver cómo pinta un maestro. Vas metiéndote en el tono, el color, paras cuando se acabe la pintura. Pero vuelves a empezar. Yo respeto a todos los artistas del mundo, pero eso de que la gente se inspira viendo pasar a un perro o un pajarito de colores es mentira. Te lo digo:. es algo que viene de adentro, del alma. Yo lanzo muchas pinturas, las riego… cuando veo un cuadro que no me convence llamo a mi mujer y le digo “voltéalo… Ese es el cuadro, déjalo ahí…” Uno cuando pinta empieza a vaciar el alma, toda la energía, el sentimiento, el cariño, el amor. Eso es lo que te nutre, los altos valores: el afecto, la paz, la solidaridad, el compañerismo…
¿Crees en Dios?
-Yo creo en Dios, pero no me la paso como una vieja dentro de la iglesia. Rezo, y la oración es la comunicación más sublime entre tú y Dios. Él te da una orientación, una velita para iluminarte el camino. Ahora si quieres coger para otro lado es tu problema. El Dios está dentro de ti en la manera en que actúes. No sé quien fue, pero alguien lo dijo: No le hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti. Sí yo estoy constantemente hablando bien de las personas y de las cosas, atraigo hacia mí lo positivo de la vida. Es lo que yo llamo la amplitud de criterios. Pero si hay quienes constantemente hablan mal de las personas y de las cosas, eso es un imán para atraer las cosas malas, la desgracia, no sólo para ellos sino para quienes nos rodean. Y eso es un principio de la vida.
¿Cómo percibes el movimiento artístico en la región?
-Ahorita hay un movimiento cultural que pretende incluir a los que por muchos años estuvieron excluidos. Pero muchos artistas: artesanos, pintores, escultores, vitralistas, ensambladores, orfebres; de pronto no son tomados en cuenta porque no encuentran la forma de unirse a un canal que los conduzca a su área del arte, no han sido descubiertos. Los artesanos que andan en las plazas lucen como borrachos, drogadictos… Se estancan. Hay gente que me dice que no parezco artista porque tengo mi esposa, un perro, un gato, un burro, me encantan las matas...Yo adoro a mi familia. En cambio muchos artistas son bohemios. Conozco algunos que se meten un “palo” de ginebra, un pase de coca, y cuando se les acaba la nota entonces no encuentran como seguir.
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